Al otro lado del espejo (Peter Abrahams)
… Tres semanas después de haber cumplido trece años, Ingrid Levin-Hill estaba sentada en la sala de espera del ortodoncista, pensando. Al nacer eres mona. Los bebés son monos. No es muy difícil adivinar el motivo: para que se les perdone que sean tan molestos. Luego creces un poco y la gente te dice: «Qué cabello tan bonito» o «Mira qué ojazos azules», o cualquier otra cosa agradable que te induce a creer que aún estás en el bando de las monadas. Más tarde, a los doce o trece años, ¡pum!, te dicen de pronto que tienes que arreglártelo todo. Es el momento de que entren en escena el ortodoncista, el dermatólogo, el tipo de las lentillas, el de los tintes para el pelo e incluso el que te hace un arreglillo en la nariz. Entonces te miras en el espejo, te miras de verdad por primera vez, ¿y qué ves? Oh, Dios santo…
* Traducción: Patricia Antón de Vez
* Editorial: Salamandra
* Serie: Los misterios de Echo Falls, n.º 1