Cartas desde la Tierra (Mark Twain)
… El Creador estaba pensando sentado en el trono. A Su espalda se extendía el ilimitado continente de los cielos, bañado en una gloria de luz y color; ante Él se elevaba, como un muro, la negra noche del Espacio. Su poderosa figura descollaba enhiesta y escarpada cual montaña sobre el cenit, donde Su divina cabeza relucía como un sol distante. A Sus pies había tres figuras colosales -los arcángeles- que, con la cabeza a la altura de Sus tobillos, se veían disminuidas por contraste hasta casi desaparecer.
Cuando el Creador hubo terminado de pensar, dijo:
-He pensado. ¡Mirad!
Alzó la mano y de ella brotó un torrente de fuego, un millón de soles formidables que surcaron la oscuridad y se elevaron más, y más, y más, disminuyendo en magnitud e intensidad a medida que penetraban en las remotas fronteras del Espacio hasta que al final no eran más que puntas de diamante que centelleaban bajo la inmensa bóveda del universo…
* Traducción: Christine Monteleone
* Ilustraciones: Javier Gutiérrez Vicén
* Editorial: Trama