David Golder (Irène Némirovsky)
—No.
Golder levantó bruscamente la pantalla para dirigir la luz de la lámpara de lleno a la cara de Simon Marcus, sentado frente a él al otro lado de la mesa. Por un instante, observó los pliegues, las arrugas que recorrían el alargado y oscuro rostro de Marcus cada vez que sus labios o párpados se movían como en un agua turbia rizada por el viento. Pero sus bovinos y somnolientos ojos de oriental seguían tranquilos, apáticos, indiferentes. Su rostro era tan impenetrable como un muro. Golder dobló con cuidado el brazo de metal flexible de la lámpara.
—¿A cien, Golder? ¿Has contado bien? Es un precio… —dijo Marcus.
—No —murmuró Golder de nuevo—. No quiero vender…
* Traducción: José Antonio Soriano Marco
* Editorial: Salamandra