La llave del abismo (José Carlos Somoza)
… Una fea madrugada de otoño un joven llamado Klaus Siegel salió de su casa en una pequeña calle del oeste de Dortmund y se dirigió a pie a la estación de tren. Caía una llovizna incesante que espolvoreaba de oro las aceras bajo las luces de las farolas, y el largo pelo rubio del joven se aplastaba, húmedo, en su cabeza y sobre los tirantes de la holgada pieza roja que vestía. Balanceaba la mano izquierda al caminar, la derecha desaparecía bajo la prenda. Al llegar a la estación, aguardó turno en una máquina expendedora de billetes y adquirió uno para el Gran Tren de las 7.45 con destino a Hamburgo. Ocupó un asiento de un grupo de cuatro en el nivel superior de la estación central, y el tren se puso en marcha.
Era el único pasajero en aquella hilera. Nadie se fijó en él, su aspecto no tenía nada de particular; su expresión era neutra y en esto no se diferenciaba del resto de viajeros.
El borde de su largo vestido goteaba, formando una pequeña mancha bajo sus botas. Poco a poco, conforme el tren adquiría velocidad, la mancha se hizo mayor y más oscura, y se añadieron pequeñas gotas rojas…
* Editorial: Plaza & Janés